lunes, 26 de octubre de 2009

Reflexión

No, los hombres caídos no necesitamos el sol, necesitamos la Luna, y una canción melódica, sin letra, para poder pasar las penas en la tranquilidad de una noche al aire libre, con el viento limpiando nuestras mejillas y el cielo a nuestras anchas.
No, no queremos el día, la luz brillante es para quien puede amar, no necesitamos ergo ver nada, mas que nuestras intenciones ocultas, nuestros sueños perversos y nuestras lúgubres almas, erráticas dentro de fantasías inconclusas que siempre la tienen a ella como protagonista. Así es la pena y la caída, el sabor amargo que dejan los recuerdos cuando pierden referencia futura… de qué sirve recordarte si no puedo proyectarte ni trascenderte? Solo para mortificar mi suerte y desdichar mi alma, porque el mundo se ríe de mi por haber perdido… por no tenerte…

No existen recuerdos bonitos cuando quien los creó abandona, es sólo dolor que con el tiempo se aletarga, se vuelve nostalgia, pero no desaparece, no cuando lo que sentimos fue real….

No, los hombres caídos no necesitamos el sol, necesitamos la Luna y una canción melódica, sin letra, por ella y para siempre…

No quiere decir que vivamos en tinieblas vampirescas y nos sumerjamos en un romanticismo medieval literario que hoy no tiene sentido. Seguimos, cuales cuerpos vivientes y sociales, haciendo un “como si” de la vida cotidiana y acaso normal, carente de afectos compartidos y sobrepoblado de emociones privadas. Seguimos viviendo de día, alumbrados por el sol… pero no sentimos, no hasta que llega la noche con su quietud y nos regala ese instante de encuentro con uno mismo y con ella, en el silencio, en la calma terrorífica, en la punción dolorosa del tormento a oscuras. Y necesitamos revivir el pasado, el dolor, la fantasía, para poder acercarnos un poco a lo que ya no está, para sentir que aún estamos vivos y que nuestras vidas no son una película que pasa en vano sin ser vista por nadie, somos entonces contadores de nuestra propia historia, acomodando sucesos a nuestro antojo, compartiendo lo que a la luz no podemos ni queremos compartir, atreviéndonos a hacer lo impensable y logrando ser quienes queremos ser… es ahí cuando pienso en ella, cuando más la extraño.

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