miércoles, 28 de octubre de 2009

Reflexiones o Cartas, no lo sé...

Si antes el tiempo se detenía en nuestros encuentros, como espectador privilegiado de la fusión de dos mundos, de la mezcla de dos cuerpos y la unión de nuestras almas, lo agradecía, lo disfrutaba, por que todo se detenía para ser de nosotros y éramos, en esos instantes, a lo mejor no dueños del mundo, pero por lo menos de nosotros mismos.


Hoy el tiempo pasa igual de lento, avanza con cada tic de las manillas del reloj, ya no para maravillarse, sino que para burlarse, de mis emociones y pensamientos…

Se hace tortuoso el camino, desde el despertar desocupado hasta la noche invasiva, teniendo que hacer cosas que no se quiere, dominando expresiones socialmente indebidas, de una tristeza amarga, de una pena infinita y una angustia latente.


Cualquier recuerdo, hecho, sonido, olor o palabra es un atentado a nuestras defensas y se agolpan para intentar desmoronar un alma frágil y solitaria, que no tiene ganas de mostrase, de expandirse socialmente. Que no quiere explicar, no quiere contar y entonces, se oculta. Y llega la noche, presumiendo un descanso, pero la oscuridad y su velo permiten a las imágenes insolentes y a los recuerdos evadidos durante el día, tomar nuevas formas y energías, para un embate aún más fuerte… se agradece entonces la soledad cuando todo lo demás duerme, porque puedes expresar tranquilo, en lágrimas y dolor, todos tus miedos y abandonos, tu soledad histórica y tu futuro patético. Porque no emerge ninguna otra cosa… fantasías nostálgicas y focalizaciones miserables de la existencia que paradójicamente te hacen sentir vivo… a lo mejor esa puede ser su función…

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